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Cuentos / El Camino

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Caminaba por una senda, era luminosa y llena de colores, llamaban mi atención los diversos paisajes de los alrededores. A cada paso me sentía más nervioso, tenía el presentimiento que se acercaba alguien por detrás, pero no preste atención.

Llegué entonces a una bifurcación, había allí un hombre extraño esperándome, me saludó por nombre, y preguntó qué camino tomaría, no dio descripción de ninguno, y a cada minuto repetía la pregunta, sentí nuevamente una presencia a mis espaldas, iba a voltear, pero el hombre extraño alegó que respondiera, y agregó que si miraba atrás mi vida acabaría, me asusté y tomé un camino al azar.

Al adentrarme noté que me sentía a gusto, veía divertidas imágenes y aparecía gente que me saludaba y aplaudía, me ofrecían líquidos y manjares dulces, me alegraba de haber tomado este camino, pero con los pasos, el color del ambiente comenzó a tornarse gris, la gente ya no me saludaba y daban su espalda cuando me acercaba, los paisajes eran sucios, el aire se hacia frío, mi pecho ardía, era difícil respirar, una aguda tristeza me invadía ahorcando mi persona, y sentí la presencia otra vez, un escalofrío me recorrió y eche a correr temiendo por mi vida, corrí hasta fatigar mis piernas y caer, entonces me arrastré hasta lastimar mis manos y rodillas, estando agotado, y sin haber perdido aquella presencia, recordé lo que me dijo el hombre, afronté el miedo a la muerte y miré atrás.
Lo que vi me impacto atravesándome el alma, había un hombre de blanco, con apariencia amable, llorando agobiado, silenciosamente, cubierto completamente de llagas y heridas abiertas, y, con mucha más agonía que la mía estiraba sus manos hacia mi, tímidamente se las tome y luego le abrasé.
Le pregunté qué le había ocurrido, “tus acciones me hieren” respondió, me sentí culpable, y llorando pedí su perdón, “Antes que me hirieras ya te había perdonado” dijo. Me emocioné y pregunté su nombre… “Jesús” dijo. ¡Qué hermoso nombre…!
Tocó mi cabeza, y en un pestañeo estaba nuevamente en la división de caminos, el hombre del mundo me preguntó qué camino tomaría, la presencia estaba a un lado… y no detrás, miré hacia el lado y ahí estaba Jesús que me sonreía, luego dijo “Yo soy el único camino”. Caminé hacia El, y entonces comprendí que el hombre del mundo me había engañado, tomé la senda que Jesús me ofreció, a cada paso sentía paz y felicidad, me di cuenta que Jesús siempre había extendido sus manos hacia mí, yo sólo debía tomárselas.

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Juan 14:6

Fin
9:28

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